Cuando somos pequeños vemos como los mayores toman café y nos parece
que eso es ser grande y que el café es algo exclusivo para ellos.
Además lo pedimos y nos dicen que no, que eso no es para nosotros. Con
ello lo que consiguen es que queramos más. Es como un vicio al que no
nos dejan llegar….recuerdo a mi sobrina que cuando empezó a hablar pedía
ya “un cortadito, por favor”, aunque el café al que se refería ella era
la teta de la madre. Pero sabía en el
fondo, que igual que nos sentábamos nosotras a disfrutar de un café ella
quería el suyo en el mismo momento, aunque de distinta cafetera.
(jajaj)
Luego, llega un
momento en que nos dejan probar de la cuchara, nos dejan probar la
espuma, nos dan azúcar para mojar el dedito y como es tan rica nos gusta
e inconscientemente nos van introduciendo en él. Si tenemos suerte….
pues nos dan un descafeinado con leche y leche, más leche que café pero
ya nos vamos sintiendo mayor. Y así hasta que despegamos y ya lo
bebemos como nos da la gana y con nuestra propia decisión.
Esa enana que pedía un cortadito, ya hoy bebe el descafeinado, “pero de sobre, por favor” y la vida pasa y ya se sienta con nosotras a disfrutar del momento, porque al fin y al cabo es la excusa del parón, del diálogo y de las confesiones.
Hoy veía a una niña dándole vueltas a la cuchara y saboreándola como si fuera un manjar; estaba sentada, jugando a las casitas y haciendo que bebía de un vaso vacío. Esa ya inició el camino a saber parar y disfrutar de un café. Hoy, azúcar del fondo e ilusiones de ser grande. Ahora nos queda esperar a vernos viejecitos, con una taza de café disfrutando del momento y recordando cuando éramos niños.
Esa enana que pedía un cortadito, ya hoy bebe el descafeinado, “pero de sobre, por favor” y la vida pasa y ya se sienta con nosotras a disfrutar del momento, porque al fin y al cabo es la excusa del parón, del diálogo y de las confesiones.
Hoy veía a una niña dándole vueltas a la cuchara y saboreándola como si fuera un manjar; estaba sentada, jugando a las casitas y haciendo que bebía de un vaso vacío. Esa ya inició el camino a saber parar y disfrutar de un café. Hoy, azúcar del fondo e ilusiones de ser grande. Ahora nos queda esperar a vernos viejecitos, con una taza de café disfrutando del momento y recordando cuando éramos niños.
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