Todo lo que rodea el momento del café es imprescindible para que sea
un buen o mal café. Yo soy de las que me gustan las rutinas y he
intento que el café siempre sea donde mismo. Depende del horario y del
momento se puede elegir uno u otro lugar. ¿Cuántas veces preguntamos
para ir a tomar café y pensamos en el sitio antes que en el café en sí?
En mi caso muchas……..Recuerdo que en épocas de Universidad incluso mi
amiga Irina me lo decía. “Siempre vas a donde mismo”.
Una gran parte de culpa de que siempre volvamos al mismo lugar son los
camareros/as; y en mi caso, también me fijo mucho de quien esté en la
máquina. Una cara amable que te desee un buen día, que te conozca cuando
estás cansada, que incluso te de alguna broma es como cuando llegas a
un sitio y te encuentras un café con una blonda debajo, que te parece
más agradable, más fino y total que no es sino un trozo de papel, pero
es la manera de vestir al café. Y lo mismo, puede ser fino, educado o
extravagante…..éste último lo dejamos que se trata del camarero/a
confianzudo que nos dan ganas de ahogarlo.
Y la rutina se vuelve parte de la vida. El día que algo cambia es como si cambiara todo, en ocasiones es como cuando esperas un día soleado y amanece lloviendo.
Y esos cafés no son servidos, por mucho que los paguemos, son invitaciones que nos da la vida. Que nos hacen comunicarnos con gente muy diferente, con gente con vidas muy dispares que aunque tengan un día malo, ahí están con una sonrisa, con una palabra de consuelo o una mirada. Es como cuando te ponen un caramelo, una galletita o algo al lado del café; tú has pedido un café y todo lo demás es ese añadido que hace sentirte a gusto y en ocasiones levantarte el ánimo más que la cafeína.
He tenido la suerte de conocer a muchos y hoy en día sigo disfrutando de esos momentos dónde me siento en un sitio y no hace falta decir “póngame un café”, viene sólo con una sonrisa, una broma y galante. Por eso, mil gracias a esos camareros/as que me he cruzado en la vida y que han sabido sacarme una sonrisa en un dia gris.
Y la rutina se vuelve parte de la vida. El día que algo cambia es como si cambiara todo, en ocasiones es como cuando esperas un día soleado y amanece lloviendo.
Y esos cafés no son servidos, por mucho que los paguemos, son invitaciones que nos da la vida. Que nos hacen comunicarnos con gente muy diferente, con gente con vidas muy dispares que aunque tengan un día malo, ahí están con una sonrisa, con una palabra de consuelo o una mirada. Es como cuando te ponen un caramelo, una galletita o algo al lado del café; tú has pedido un café y todo lo demás es ese añadido que hace sentirte a gusto y en ocasiones levantarte el ánimo más que la cafeína.
He tenido la suerte de conocer a muchos y hoy en día sigo disfrutando de esos momentos dónde me siento en un sitio y no hace falta decir “póngame un café”, viene sólo con una sonrisa, una broma y galante. Por eso, mil gracias a esos camareros/as que me he cruzado en la vida y que han sabido sacarme una sonrisa en un dia gris.
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