Lunes de carnaval y Santa Cruz de la Palma se despierta con ganas de fiesta. Los primeros rayos de sol destapan un bote de polvo talco y la luz hace brillar las perlas. Muchos recordamos a los que vinieron de Cuba, y no por la temática del día sino porque hace días abrimos el baúl, el altillo o la caja de tea para buscar la ropa. El bolsito cubierto de encajes guarda un billete falso del año pasado, los pines de varias ediciones y los guantes con restos de polvo. La pamela o el tocado se arregla y se busca el color del complemento. Todo preparado para el gran día.
Ya no hay que esperar a las 5 de la tarde como antaño, ahora es la indumentaria del día. Ya no hay desfile, ahora la familia y amigos se reúnen en la comida como día especial. Muchos van a la Plaza, otros estamos pendientes de la tele. Y cuando el sol llega a lo alto de la misma...la Negra zarandea las caderas, eleva los brazos y hace vibrar a los allí presentes. Los de aquí lo vemos a él, al que ojea un periódico en busca de un partido ganado del Mensajero un día cualquiera, al que bailotea la Luna de Valencia y al que, fregona en mano limpiaba escenarios una noche de carnaval, entre mil anécdotas más. Siempre cuento que yo recuerdo al que me llevaba un chupete a la salida del Régulo y me trasladaba con su hijo a mi casa.
Como purificador, el polvo talco cubre todo y hace renacer desde el recuerdo a los que ya no están. Y el polvo se colará en la memoria para grabar otros Indianos. Siempre habrán Indianos mejores y peores, siempre habrá más o menos gente, más o menos polvos......pero siempre serán NUESTROS. Los que entre adoquines y fachadas convierten a Santa Cruz de la Palma en una pequeña Habana.
Y con un café y su aroma, volvemos a guardar las cosas en su sitio hasta el año que viene si Dios quiere.
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