Cada día estoy más convencida que en la vida todo, absolutamente todo, tiene sentido. Llegó septiembre, y después de años de lucha, decidió irse como las bonanzas propias del mes, tranquilo, durmiendo, en calma. Y es que el mar estaba hasta en sus ojos claros. En esa mirada, a veces perdida, puesta en horizontes lejanos.
Esperaba desde hace tiempo su barco. Sus zapatos envueltos en papel detrás de la puerta para ir a trabajar ya no tenían sentido, el trabajo estaba hecho. Hace dos años, su otra mitad, viajó primero, y estoy segura que aunque nunca lo dijimos lo sabía y que hubiese querido ir en el mismo viaje.
Pero no, nos regaló dos años más de presencia, de miradas y besos, de compañía. Aquí quedamos ahora como en explanada de puerto vacía, en silencio y con el mar en calma.
Los zapatos envueltos en papel de periódico con noticias viejas, con anuncios de bares como el Quitapenas, El Bahía o el Kiosco del muelle, con la llegada de buques de carga y trabajo. Cada lazada de cordón un recuerdo, una vivencia y un lugar, de Argual a Barcelona, de la Encarnación al Puente.
Y este viaje va cargado de historia, de familia y lo más importante, de serenidad. Los que aquí quedamos solamente nos queda decir GRACIAS, porque se va un viejo portuario y un gran padre. Buen viaje Pablo, viaja tranquilo que en el nuevo puerto te estará esperando tu Carmen.
DEP
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