Somos tan diferentes como formas de tomar cafés. Con azúcar, con leche, largo, corto....de invierno, de verano, de frío o de calor. A veces nos volvemos inconformistas y nos quejamos por todo y la espiral nos hace girar y girar sin detenernos.
Personalmente parece que el mundo va muy deprisa y nos agobiamos cada día más con el mañana. Veía un vídeo hace unos días donde nos pasamos la vida buscando la felicidad en metas que siempre se regeneran en otras de manera que nos olvidamos de la felicidad.
Septiembre es siempre el principio de algo, de un curso, de una vuelta tras vacaciones, de proyectos y de naturaleza. Comienza a cambiar el tiempo, caen gotas de lluvia y las flores que despiden el verano nos regalan sus aromas.
En estas tardes de rayos de sol tenues, de arco iris suaves, de petricor y aromas a petunias, un café ayuda a desconectar, a parar el reloj ajetreado del día a día.
Mientras las nubes algodonosas juegan en el horizonte una graja rebusca en las palmeras y el tiempo se detiene.
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